El agua, la Asamblea Legislativa, y el año 2057 (Jaime Ordoñes)
Cuando dentro de muchas décadas (digamos el año 2057), los niños de escuela primaria y los estudiantes de secundaria de Costa Rica lean sus manuales y libros de historia patria y evalúen la actual Asamblea Legislativa 2010-2014, habrá la posibilidad de que se encuentren en alguna página un excepcional acto de redención política.
Los asombrados niños y adolescentes del año 2057 leerán que los diputados del año 2012 —cuando nadie apostaba mucho por ellos— de repente se pusieron de acuerdo y aprobaron una reforma constitucional que se tramitaba en un tal expediente 18468. Y que esa reforma constitucional del artículo 50 de la vieja Constitución Política de 1949 declaró el agua un bien público, expresamente no comercializable, al cual todas las personas tenían derecho de acceso, como un derecho humano, al igual que la educación, al igual que la salud. Y resultó ser la reforma más importante que el país aprobara en todo el siglo XXI.
La semana del 20 al 27 de julio de 2012, fecha en que fue aprobada, fue recordada en los años y décadas venideras como una de las semanas más importantes del siglo, y las efemérides y celebraciones se extendían cada año por todos los pueblos del país, y habían turnos y topes, fiestas con karaoque, tamaleadas y alambiques, y mucha alegría en derredor. Mientras en el resto del mundo casi no había agua, y en varios lugares de África, de Europa misma, y también de China y resto de Asia, sufrían carestía y la gente moría —y aparecían nuevos desiertos, día a día— la reforma de Costa Rica permitió a los habitantes de ese país sobrevivir. Nuevos árboles se sembraron y los pueblos decidieron adoptar las cuencas de los ríos. Mientras algunas empresas transnacionales habían comprado en las últimas décadas el agua de muchos países, y la embotellaban, y para el año 2057 era ya tan cara como una botella de whisky escocés, el agua tica no tenía dueño. Estaba en los ríos y también en los grifos de las casas.
Y esos asombrados niños de la Costa Rica del año 2057 leerán que la memoria y el honor de esos diputados crecían y crecían con el paso de las décadas, como si se tratara de una levadura multiplicada por la lluvia.
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