viernes, 15 de abril de 2011

Proxima reunión

Compañeros, les recuerdo nuestra próxima reunión el lunes 18 de abril en la comunidad del Castillo, en el Hotel Arenal Vista Lodge, estaremos saliendo de las instalaciones de FUNDACA aproximadamente a las 8:00 a.m.

domingo, 10 de abril de 2011

Revista Elementos, Ciencia y Cultura - El ambiente, más allá de la naturaleza


Miguel Fernando Pacheco Muñoz Descargar versión PDF


Las propiedades semánticas de una palabra cambian de época en época; su significado depende de las teorías o ideologías en las que participe discursivamente, así como de las disciplinas o áreas del conocimiento donde se aplique. Las palabras no tienen dueño ni una frontera delimitada pues viajan a través del tiempo, del espacio y las culturas; su significación es producto de la historia particular de cada palabra y las palabras, en sí mismas, son tejedoras de historias.
Cuando nos enfrentamos a lo nuevo, nos vemos obligados a crear términos o bien, a resignificar las viejas palabras para poder definirlo; Paul K. Feyerabend menciona que al intentar describir y comprender fenómenos y teorías nuevos debemos recurrir a las formas de hablar existentes, pero éstas tienen que ser deformadas, mal empleadas y forzadas para aprehenderlos, y añade: "sin un mal uso constante del lenguaje no puede haber ni descubrimiento ni progreso".1 Así la palabra "ambiente" posee en la actualidad muy diversos significados, cuyas diferencias radicales en interpretación han provocado múltiples debates. Tradicionalmente se entiende por ambiente el conjunto de elementos abióticos (energía solar, suelo, agua y aire) y bióticos (organismos vivos) que integran la biosfera. Esta definición no explica cabalmente las complejas interacciones que se generan entre el ser humano y su entorno en el mundo contemporáneo.

Filósofos, economistas, sociólogos y educadores, al hacer suyas las problemáticas que surgen de la relación del hombre y la naturaleza –cada uno desde la perspectiva de su propia disciplina– han ampliado y modificado el significado de ambiente. Con el paso de los años se ha sustituido en el lenguaje especializado el término de “medio ambiente” por el de “ambiente”; este cambio es el resultado de la sustitución de una noción biologicista por otra, de carácter interdisciplinario, emanada del interés de las ciencias sociales por la crisis ecológica actual. Esta tendencia ha enriquecido conceptualmente la noción de “ambiente” al ampliar su radio de acción de un estado referente a lo “natural”, a una interacción y un proceso “sociedad-naturaleza”. En Latinoamérica la palabra “ambiente” posee especial relevancia dado que permite incluir bajo el mismo término, el conocimiento tradicional acerca de la naturaleza, la riqueza de los mitos indígenas y la valoración de la vigencia e importancia de la tecnología y de las formas de apropiación autóctonas de los recursos locales. Asimismo, esta amplitud conceptual nos sirve como base para oponernos a las tendencias extremas que proponen una conservación a ultranza y niegan los derechos de quienes viven en espacios naturales. Como menciona Augusto Ángel Maya, el ambiente no consiste exclusivamente en el medio que nos rodea y la suma de las especies o a las poblaciones biológicas en él contenidas. El ambiente representa además una categoría social constituida por comportamientos, valores y saberes; el ambiente –como una totalidad compleja y articulada– está conformado por las relaciones dinámicas entre los sistemas natural, social y modificado.2 El hombre “construye” al esclavo, al elector, al consumidor, puesto que estas categorías no existen ni se originan como tales en la naturaleza. Así, la idea de ambiente es una construcción: el manejo de un bosque, un área natural protegida, una parcela o una gran ciudad, son constructos. Distinguir entre lo natural y lo cultural –y por lo tanto modificable– es sumamente importante, ya que de este modo podemos tomar conciencia de que no estamos condenados a ser esclavos ni a sufrir las mismas relaciones económicas y políticas por siempre, así como tampoco debemos asumir la destrucción de la naturaleza como destino inexorable.Actualmente el concepto “ambiente” engloba la multicausalidad de los procesos físicos, sociales, económicos, tecnológicos y biológicos, al igual que la complicada red de interrelaciones y los múltiples niveles espacio-temporales en las que éstas se dan. Con este criterio, Enrique Leff nos señala que “naturaleza” representa una categoría, por lo cual no puede concebirse como el objeto de estudio exclusivo de una ciencia, ya que cada disciplina incorpora lo natural a su cuerpo teórico de diferente manera. Para la biología, por ejemplo, los procesos naturales aluden a los fenómenos biológicos (la fisiología de las plantas, la evolución de las especies, la organización de los ecosistemas). Pero desde que la naturaleza es afectada por la cultura, lo natural se incorpora a la historia, para constituir objetos de estudio totalmente diferentes: modo de producción, trabajo, valor, renta, fuerzas productivas.3El concepto “ambiente” no significa lo mismo para la biología, ecología, antropología, economía, política, sociología, y no es el objeto de estudio exclusivo de ninguna de ellas ni de ninguna ciencia social o natural, sino un campo problemático de la realidad. Las ciencias de la naturaleza e incluso las ciencias ambientales no pueden por sí mismas responder a la problemática ambiental, porque carecen de referentes teóricos para abarcar lo cultural, lo social y lo político. Esto no quiere decir que las ciencias naturales no apoyen ni resulten esenciales para resolver la crisis ambiental contemporánea, quiere decir que no pueden hacerlo solas si los problemas se originan en la articulación de la naturaleza y la cultura; es precisamente ahí donde se encuentran las soluciones, en la articulación.A partir de lo anterior, uno puede aventurarse a afirmar que el ambiente no tiene un objeto de estudio, sino muchos que se relacionan –o articulan– unos con otros por pertenecer a un campo problemático. Como lo explica Hugo Zemelman, un campo problemático es: “aquel espacio de articulación de niveles de realidad donde se da la posibilidad de la construcción de variados objetos de estudio, para dar cuenta del movimiento de interacción y contradicción de los elementos básicos que los constituyen”.4 Esto significa que el objeto de estudio en el caso del ambiente no se agota al definir una investigación o intervención exclusivamente desde el contexto ecológico, sino que debe plantearse la complejidad de la relación entre la sociedad y la naturaleza. Para trabajar con situaciones donde confluyen múltiples procesos, niveles y dimensiones (como el ambiente, que funciona como una totalidad organizada o sistema complejo), hay que abordarlas más allá de la limitada suma de las perspectivas particulares de los distintos especialistas; es necesaria la construcción de una interpretación sistémica que ofrezca propuestas integradas, de corte interdisciplinario y transdisciplinario. En esta construcción compleja, la importancia del cambio semántico no es –como se podría suponer– menor; las palabras son poderosas porque nos permiten construir lo real. Dependiendo de lo que entendamos por ambiente, se establece cómo y desde dónde se analiza un problema y se le propone solución; esto provoca diferencias en la manera en que se “lee y escribe” el ambiente, por ejemplo, en una práctica educativa concreta, en una metodología de investigación o en una estrategia de resolución de un determinado problema. De ahí que la construcción del campo de estudio no es simplemente una abstracción, sino un componente esencial de toda labor de intervención y acción.

La historia de la gestión ambiental y sus acciones legislativas o educativas es reciente; por su parte, el campo ambiental ha alcanzado un importante desarrollo teórico que no siempre ha sido revisado con suficiente profundidad, debido a la propia urgencia y dinámica de la problemática ambiental. Los que trabajamos en un ámbito científico-técnico (ingenieros, biólogos, químicos, etc.) nos beneficiaremos mucho si nos acercamos al ambiente desde las ciencias sociales y el conjunto de nociones y conceptos que se están construyendo alrededor de esta categoría. En el discurso latinoamericano, el "ambiente" no se refiere exclusivamente a la ecología, pues su campo de intervención es más parecido a una filosofía o una sociología que a una rama de las ciencias naturales. Esto refleja un mayor estudio y entendimiento de la problemática; el potencial de desarrollo o los procesos de degradación en una región, por ejemplo, no dependen exclusivamente de una determinada estructura ecosistémica, sino también de los procesos productivos, la organización social y el imaginario ambiental de un pueblo en un momento histórico particular.
La crisis ambiental del mundo contemporáneo es el resultado de las contradicciones en el interior de esa complejidad, de las contradicciones entre la sociedad y la naturaleza. Para entender lo ambiental en toda su extensión es preciso partir del análisis de la interrelación entre historia, cultura y naturaleza.

Bajo esta perspectiva, la historia puede concebirse como el pensamiento y acción del hombre sobre la naturaleza. El ecosistema condiciona muchos de los aspectos culturales de un pueblo, pero a su vez la cultura, para constituirse, transforma la naturaleza. Actualmente, por desgracia, la trasformación cultural de la naturaleza ha llegado hasta un punto donde la naturaleza modificada revierte esa alteración y la dirige hacia la destrucción de los sistemas culturales. La adaptación de la especie humana al medio no se realiza únicamente por medio de herramientas, sino también por los elementos de organización social y de cohesión simbólica que se derivan de dicho proceso; por tanto, la ecología no puede abarcar los dominios de la historia, el orden simbólico y social, las relaciones de poder, los intereses sociales, la lucha de clases y la organización de la cultura.5
Además de la complejidad de las definiciones mencionadas hasta ahora, existe la percepción pública de lo ambiental. Las personas ven o identifican el ambiente de distintas formas, es decir, lo entienden y lo piensan con un énfasis diferente. Para algunos, el ambiente se asocia con la naturaleza a la cual debemos apreciar y respetar. Para otros, la cuestión ambiental representa un problema que requiere solución; para ellos, el ambiente se vincula particularmente con factores relativos a la contaminación, deforestación, extinción. En otros casos, el ambiente se traduce como recurso a preservar o fuente de satisfactores humanos, circunscrito en una dimensión económica y de orientación totalmente práctica. La concepción de ambiente que estudia a los seres vivos –incluyendo al hombre– sólo desde el punto de vista físico-biológico y define a la naturaleza como fuente inagotable de recursos a explotar o bien, como agotable espacio a preservar, puede considerarse una postura simplista, muy elemental. En sentido opuesto, una visión compleja de ambiente sería aquella donde el conocimiento y la acción aplicados a los procesos biológicos estén indisolublemente ligados a los procesos sociales e históricos.6 En ella, la noción de ambiente se explicaría a través del desarrollo de las fuerzas productivas y de los diversos intereses de los hombres, las sociedades o países. Adoptando este punto de vista podríamos observar el valor de una redefinición del concepto de ambiente –y la importancia de este cambio de significado– si la adaptación de nuestras sociedades al medio no se lleva a cabo sólo por medio de instrumentos; esta reinterpretación permitiría el surgimiento de nuevas herramientas conceptuales y metodologías de intervención. Por ende, las ciencias y las técnicas deberían ir más allá del discurso sobre la naturaleza de orden biológico y ecológico, para incluir toda la complejidad de las relaciones que se establecen entre el hombre y la naturaleza, y poder proponer un discurso sobre el ambiente.


REFERENCIAS

1 Feyerabend, P.K., Tratado contra el Método, Tecnos, España, 2000.

2 Ángel Maya, A., Método histórico y medio ambiente, Maestría en educación ambiental, Universidad de Guadalajara, Módulo II, Ambiente y Desarrollo, México, 1996.

3 Leff, E., Ecología y Capital, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM, Siglo XXI Editores, México, 1986

4 Zemelman, H., Uso crítico de la Teoría, Colegio de México, Antrophos, 1988.

5 Maya, Á.A., La fragilidad ambiental de la cultura, Editorial Universidad Nacional, Colombia, 1995.

6 De Alba, A. y Viseca Arreche, M., Análisis curricular de contenidos ambientales, Ecología y Educación, coordinadora Teresa Wuest, CESU, UNAM, México, 1992.


Miguel Fernando Pacheco Muñoz, Instituto de Investigaciones
Filosóficas de la UNAM. fpacheco68@hotmail.com

viernes, 8 de abril de 2011

Artículo: Acerca de WiserEarth

Artículo: Acerca de WiserEarth


¿Qué es WiserEarth?


WiserEarth ayuda al Movimiento global de personas y organizaciones trabajando por la justicia social, derechos indígenas, cuidado del medio ambiente, a realizar conexiones, colaborar, compartir conocimiento y construir alianzas.
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Sin embargo, por ahora, nuestra efectividad para prevenir daños, e instituir un cambio positivo esta determinado por nuestra falta de consciencia colectiva, multiplicación de esfuerzos y poca conectividad.
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WiserEarth proporciona esta infraestructura y sostiene un espejo para los movimientos de justicia social y de medio ambiente donde puede ver los maravillosos matices de sus colores. Así también provee para nosotros una vía para estar mejor conectados y ser mucho mas efectivos al trabajar juntos.

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Historia


WiserEarth es un proyecto patrocinado fiscalmente por el Instituto de Capital Natural (NCI), una organización comprometida con la regeneración de la tierra y la sanación de la cultura humana.
La visión de WiserEarth viene del Director Ejecutivo de NCI, Paul Hawken quien reconoció su necesidad cuando hacia la investigación de su último libro: Bendita inquietud: Como el movimiento mas grande del mundo nació y como nadie lo vio venir.
“Sabia que si podíamos comprender las conexiones y visualizar la respiración del esfuerzo global del movimiento de justicia social y ambiental, podríamos reconocer el movimiento mas grande que ha habido. WiserEarth es el lugar en donde este movimiento puede mirarse a si mismo.”
WiserEarth fue lanzado el Día de la Tierra en Abril de 2007. El patrocinio inicialde WiserEarth apoyo la fase critica para construir la plataforma, poblar la página de Internet con un contenido base y poder escuchar las necesidades de nuestro socios y miembros de la comunidad.
Desde que fue lanzada, la funcionalidad de WiserEarth y sus herramientas han co-evolucionado con sus usuarios. Habiendo comenzado como un directorio, WiserEarth ahora ofrece varias herramientas de red social y grupos para las personas se conecten y colaboren dentro de sus áreas de interés. Te invitamos a leer acerca de los Principios de WiserEarth.
WiserEarth siempre será un trabajo en continuo progreso. Esperamos que los miembros de la comunidad WiserEarth donen su tiempo y propiedad intelectual para que WiserEarth pueda convertirse en un recurso verdaderamente global. La historia desde este tiempo en adelante ha sido escrita por todos nosotros: la comunidad.

lunes, 4 de abril de 2011

Por qué no somos sustentables - Ecoportal.net

Por qué no somos sustentables - Ecoportal.net

Por qué no somos sustentables


Para asegurar una gestión sostenible de los ecosistemas se requieren cambios personales, en las instituciones, en los gobiernos, en las políticas económicas, en los factores sociales, el comportamiento personal, en la tecnología y en los conocimientos. Lamentablemente, estos aspectos aún no se han materializado. Entre las razones parece estar que no se considera el decrecimiento futuro y que los humanos actualmente vivos, prefieren que este tema lo solucionen (paguen) las próximas generaciones.

El abordaje antropológico del concepto de sustentabilidad, incluyendo los aspectos culturales, filosóficos, éticos y de la naturaleza humana ha sido abundantemente tratado en las últimas décadas. Se usa mucho el concepto ambientalmente correcto, pero no se habla de la sustentabilidad como un todo (Bartlett, 1994). Las palabras sustentable y sustentabilidad se han utilizado con tantos sentidos diferentes, incluyendo el concepto de "lujo sustentable", que pronto no significarán nada (Batlett, 1994; Zencey, 2010).

Posiblemente, por no existir una visión holística de los valores económicos, ambientales y sociales que representa la sustentabilidad y a pesar de todo el conocimiento agregado al acerbo humano, nada cambió (Waltner-Toews et al., 2003). La falta de sustentabilidad ambiental ya se reconoce en la Mesopotamia histórica, Israel, Líbano, Grecia, Chipre, Creta, Italia, Sicilia, España (Hillel, 2001) y sigue actualmente. Algunos sostienen simplemente que el accionar humano no es sustentable (Meadows et al., 1972; Bartlett, 1994; WDR, 2010).

Por ello, los países que tienen limitada capacidad de mitigar los cambios ambientales son los que soportarán los mayores efectos, ya que es improbable que el crecimiento económico sea lo suficientemente rápido, o equitativo, para contrarrestar sus amenazas (WDR, 2010).

Cada humano cuenta con innumerables razones para justificar el porqué de su accionar no-sustentable (Luis XV de Francia (1710 - 1774); Russell, 1939; Huxley, 1960; Hardin, 1968; Meadows et al., 1972; Quiroga Martínez, 2003; Schumacher, 1978; Viglizzo, 1999; Camarasa, 2001; Gray 2003; Quirós, 2005; Sain, 2009; Lammers, Stapel & Galinsky, 2009; Janssen et al., 2010; WDR, 2010; Carta de Sao Paulo, 2010; Upton Sinclair). La falta de sustentabilidad ambiental está ligada a un consumo excesivo de bienes y servicios, posiblemente por requerimientos económicos y sociales que se auto-impone el ser humano, tanto colectiva como individualmente.

En las últimas décadas, la cuestión ambiental recibió mucha más atención que la económica o la social, posiblemente como haber sido soslayada durante el siglo XIX. El ambiente en este caso involucra a la tierra, las aguas, el aire y los recursos naturales como integrante de los factores de la producción: tierra, trabajo y capital (Hamrin, 1983).

En general, quienes describen los daños ambientales, fundamentalmente habitantes de las ciudades (Webster, 1997), ubican esos problemas fuera de su esfera de actuación inmediata, desconocen la problemática de otras realidades y se olvidan que para los humanos, "el hombre es la medida de todas las cosas", Protágoras (485 - 410 a.C). Mientras se preocupan por el desmonte de las selvas tropicales o la caza de las ballenas no ven a los humanos sin techos que los rodean, no plantan árboles en las calles de sus ciudades, consumen todo lo que pueden y no muestran como es vivir sustentablemente. Nadie recuerda aquello de "Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo" Mahatma Gandhi 1869 - 1948.

Todos los que se benefician del subsidio económico y social que la degradación ambiental genera (consumidores, políticos, empresarios y trabajadores) difícilmente cambiarán su actitud para legarles un mundo sustentable a las futuras generaciones (Joyce, 2010).

La acción de cada humano sobre el ambiente se puede expresar como "huella ambiental" (WDR, 2010) y para quienes describen la situación actual, se sobrepasó la carga de humanos que la tierra puede soportar (Ehrlich & Ehrlich, 1993; Bartlett, 1994). El concepto de carga proviene de la biología donde los animales no humanos tratan de consumir de acuerdo a su peso metabólico y su producción. En los años de sequias o inundaciones hay hambrunas, caídas en los índices reproductivos y/o mortandades masivas.

No todos los humanos comparten los mismos patrones de consumo ni dejan la misma "huella ambiental". Independientemente de los países, existen los sobreconsumidores, los sostenedores y los marginales (Max-Neef, 1986). Los sobreconsumidores, 20% de la población mundial, consumen dos tercios de los recursos mundiales. Los sostenedores, 60% de la población mundial, son el objetivo de todas las campañas publicitarias por su capacidad de consumo adicional. Finalmente, los marginales, constituyen el 20% restante, y viven con u$s 1 ó 2 diarios. Si todas las personas consumieran como los sobreconsumidores, se necesitarían más del triple de los recursos actuales para cubrir sus requerimientos (tres planetas como la Tierra), mientras que si consumieran como los marginales, hasta podría alcanzar para todos con la que tenemos.

Para mitigar el accionar humano sobre el ambiente existen distintas propuestas. Una de ellas es la de reducir el crecimiento poblacional (Ehrlich & Ehrlich, 1993; Bartlett, 1994). La misma no es aceptada en la práctica y todos los años se aumenta la carga ambiental del mundo en unas 80 millones de personas. La falta de aceptación del control de la natalidad puede estar en el gen egoísta que cada uno posee (Dawkins, 2000), la falta de suficientes ejemplos de cómo es vivir con menos hijos, el temor a quien cuidará de uno en la vejez o porque quienes la hacen no abandonan ninguno de los privilegios de los que gozan (Hardin, 1968).

El hambre crónica de los marginales, aquellos que viven con u$s 1 ó 2 diarios, no deriva de la falta de producción de alimentos sino de la mala distribución, consecuencia de guerras, revoluciones o políticas económicas equivocadas (Clark, 1970; Swaminathan, citado por Sorman, 1989). Entre las políticas económicas equivocadas están los subsidios pagados a los sectores agrícolas de algunos países o la transformación de alimentos en combustibles. Los subsidios promovieron un uso excesivo de fertilizantes y pesticidas, aumentaron artificialmente la producción de alimentos, obligaron a exportar a precio de dumping la sobreproducción y redujeron la rentabilidad de la agricultura en los países en desarrollo (Reid et al., 2005; Leonard, 2010). Por la falta de rentabilidad, muchos productores de países en desarrollo abandonaron sus explotaciones y migraron a los centros urbanos.

En momentos de paz y correctas políticas económicas, el balance entre la producción y los requerimientos de alimentos de la población humana alcanza para que todos consuman las calorías necesarias (Swift, 1727; Clark, 1970; Swaminathan, citado por Sorman, 1989). Sin embargo, la focalización periodística del hambre por parte de la población de las ciudades junto con la especulación económica que se da en las bolsas de comercio de todo el mundo, desvían el foco de atención hacia una presunta falta de producto.

Si quienes gobiernan creen, o dicen creer, que el hambre de sus conciudadanos es debida a la falta de producción, se promueve el crecimiento de la superficie cultivada y la intensificación de la producción (MacNeill, 1989). En este caso, el ambiente subsidia a los alimentos y estos a los bajos salarios. Si quienes gobiernan toman conciencia que el hambre se debe a las guerras, internacionales o entre hermanos (revoluciones), y/o a las políticas económicas equivocadas, la solución está en evitar estos hechos. Naturalmente, esto último es más fácil de decir que de hacer.

La actitud humana resulta particularmente curiosa. En su rol de consumidores, los individuos hacen un culto de la compra al menor precio posible, denuncian los daños ambientales generados por los demás, pretenden servicios ambientales impolutos gratis, o casi, y no desean focos contaminantes cerca de sus hogares. Esto es resumido por el acrónimo NIMBY (Not In My Back Yard) en inglés.

Muy poco de los humanos reducen voluntariamente las propias externalidades negativas, aquellas que generan pérdidas ambientales como el uso excesivo de recursos o el no reciclado de desechos. En casos extremos, los humanos envían las secciones contaminantes de sus empresas, o desechos de cualquier tipo, a países con políticas ambientales deficientes (Leonard, 2010). Con ello, se reduce el costo de limpieza y la contaminación ambiental, en el país emisor.

Tampoco son incentivadas, por la población y sus gobiernos, las externalidades positivas, aquellas que generan mejoras ambientales como la implantación de bosques, reducción del consumo, reciclado de residuos, uso de transporte público, etcétera.

Por todo lo anterior, a los humanos, como productores, se les dificulta incluir dentro de sus costos todo lo que a la sustentabilidad respecta.

Todo ello no impide que en pro de la sustentabilidad se escriban infinidad de artículos, se haga lobby sobre los gobiernos y organismos internacionales, se coloquen barreras para-arancelarias para proteger a los empresarios locales de empresas ubicadas en otros países, que producen con leyes ambientales más laxas (Sinner, 1998), tierras y aguas más baratas o menores salarios.

Actualmente, se discuten dos medidas para alcanzar la sustentabilidad "in toto": la disposición a pagar y la compensación exigida.

La primera determina cuanto se estaría dispuesto a pagar para tener una mejor calidad de vida y la segunda, lo que se demandaría por aceptar una situación peor (Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, 1992). En ambos casos, se encarecerán los productos finales. Los motivos pueden ser: a) la realización de un costeo completo de la producción, incluyendo los gastos directos, las amortizaciones y el interés al capital invertido (Alper, 1993; Mearns, 1997) ó b) reducción de la oferta.

Como los países desarrollados han contribuido enormemente al daño ambiental (WDR, 2010), la clase dirigente de los países en desarrollo pretende recibir una compensación anual millonaria para desarrollar y proteger el ambiente de sus países (Lomborg, 2010). Esto es cuestionado por los países desarrollados bajo el concepto que "no es conveniente que los pobres de los países ricos paguen a los ricos de los países pobres" por proteger el ambiente.

La Unión Europea se propuso restringir su emisión de Equivalentes dióxido de carbono (CO2) al nivel de 1990, antes del año 2000.

Como esa disminución está ligada a una menor actividad económica, la reducción de puestos de trabajo y la pérdida del favor de los votantes, las medidas nunca se implementaron. Se trata de no realizar el ajuste durante el propio período de gobierno o, como señala el acrónimo en inglés NIMTOO ("not in my time of office").

Al no alcanzarse la meta en el año 2000, en la Cumbre de Kyoto, se postergó su entrada en vigencia hasta el año 2012. Los mandatarios de los países signatarios de la propuesta original ya son parte de la historia y otros tendrán que hacerse cargo de ella. Como en el año 2012 tampoco se será sustentable ambiental, economica o socialmente, ya se habla del post 2012 o del 2020.

En la reunión de Copenhague se decidió que a partir del 2020 se destinarán anualmente 100.000 millones de dólares a un fondo internacional para el cambio climático y en la de Cancún (2010) juntar 30.000 millones hasta el año 2012 con el mismo fin (Diario La Nación, 12 de diciembre 2010). Es un hecho que, mientras quienes donan ese dinero quieren tener garantías de que el mismo se empleará para combatir el cambio climático y no para otra cosa, quienes se beneficiarían del fondo quieren tener libertad de decisión sobre las medidas nacionales en que lo emplearán.

En caso que alguna vez se pague, el 2020 está demasiado lejos, restaría comprobar si ese dinero llega a quienes protegen el ambiente "in situ" o queda en manos de políticos, investigadores, inversores, organizaciones ambientalistas o grupos de presión que obtienen ganancias fuera del mercado y gracias a su posición ante el Estado (los llamados rent seekers).

Hasta ahora, los habitantes de los países desarrollados que eventualmente pagarían por proteger el ambiente, se quejan de la existencia de los rent seekers de los países en desarrollo y los productores rurales de los países en desarrollo que no reciben ningún dinero por protegerlo se preguntan por qué no los compensan por las limitaciones legales que le colocan a la explotación de sus recursos.

En caso que se impusiera la protección ambiental a la población en forma compulsiva, por convencimiento del propio gobierno o por presión de gobiernos foráneos u organizaciones internacionales, (top-down) sin resarcimiento a la población involucrada directamente en ella, podría aumentar la pobreza en los países en desarrollo (Ahmed et al., 2009).

Si se usaran metáforas con respecto a la sustentabilidad, un ambientalista diría que esto “es la tragedia de los comunes” (Hardin, 1968); un economista denunciaría que “es el problema del free rider” y un biólogo sostendría que “es el dilema del prisionero” (May, 2010). En cualquier caso, ninguno de ellos la daría por lograda.

En conclusión, para asegurar una gestión sostenible de los ecosistemas se requieren cambios personales, en las instituciones, en los gobiernos, en las políticas económicas, en los factores sociales, el comportamiento personal, en la tecnología y en los conocimientos (Reid et al., 2005). Para ello habrá que compatibilizar los objetivos de corto plazo con los de largo plazo.

Lamentablemente, estos aspectos aún no se han materializado. Entre las razones parece estar en que, ningún integrante de la derecha ni de la izquierda política, considera el decrecimiento futuro (Pardo Silva, 2010) o que los humanos actualmente vivos, prefieren que este tema lo solucionen (paguen) las próximas generaciones. www.ecoportal.net

Hugo von Bernard y Martha Gorbarán, marzo de 2011

Bibliografía:

  • Ahmed, S. A., Diffenbaugh, N. S. & Hertel, T. W.: 2009. Climate volatility deepens poverty vulnerability in developing countries. Environ. Res. Lett.. 4 034004 (8pp).
  • Alper, J.: 1993. Protecting the environment with the power of the market. Science. Vol. 260. page 1884-1885. 25 June.
  • Bartlett, A. A.: 1994. Reflections on sustainability, population growth, and the environment. Population & Environment, Vol. 16, No. 1, September 1994, pp. 5-35
  • Camarasa, J.: 2001. El Bolsón: la crisis y la inseguridad llegaron al paraíso. Diario La Nación. 2 de junio. Argentina
  • Carta de San Pablo (2010),. Confederação da Agricultura e Pecuária do Brasil (CNA): 2010. Fórum Internacional de Estudos Estratégicos para Desenvolvimento Agropecuário e Respeito ao Clima (FEED 2010) y. 28, 29 y 30 de marzo. São Paulo. Brasil.www.milkpoint.com.br
  • Clark, C.: 1970. Hambre o abundancia. Editorial Tiempo Nuevo. 221 páginas. Caracas. Venezuela.
  • Dawkins, R.: 2000. El gen egoísta. Salvat Editores., 2ª edición, Barcelona, 407 páginas.
  • Ehrlich, P. R., Ehrlich, A. H.: 1993. La explosión demográfica. Biblioteca Científica Salvat. Argentina.
  • Gray, J.: 2003. Perros de paja. Reflexiones sobre los humanos y otros animales. Ed. Paidos. 195 páginas.
  • Hamrin, R. D.: 1983. A renewable resource economy. Ed. Praeger. 208 páginas
  • Hardin, G.: The Tragedy of Commons. Science, v. 162 (1968), pp. 1243-1248.
  • Hillel, D.: 1991. Out of the earth. Civilization and the life of the soil. Ed. Aurum. UK
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  • Leonard, A.: 2010. La historia de las cosas. Editorial Fondo de Cultura Económica (FCE). Argentina.
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  • MacNeill, J.: 1989. Strategies for sustainable economic development. Scientific American. September.
  • Max-Neef, M., Elizalde, A., Hopenhayn, M.: 1986. Desarrollo a escala humana. Editorial Nordan. Uruguay. 148 páginas.
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  • Meadows, D. H.; Meadows, D. L.; Randers, J.; Behrens, W. W.1972. Los limites del crecimiento. Editorial Fondo de cultura económica. México.
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